Cuba: volver al futuro

Desde la jornada del domingo 11 de julio, donde en varias ciudades de la isla se reprodujeron movilizaciones de protesta sin precedentes en los últimos tiempos, Cuba ha vuelto a ocupar una parte importante de la opinión publicada en la agenda mediática, así como a agitar tormentas en las redes sociales.

Cabe decir que desde el pasado mes de marzo la FAO lleva semanas tratando de alertar a la comunidad internacional sobre el riesgo al que se enfrenta gran parte de la población en el Corredor Seco de Centroamérica (desde Chiapas a Costa Rica), que se encuentra “al borde de la hambruna“, que varios organismos de ayuda humanitaria indican que “más del 80% de sus habitantes sufren de una severa crisis de inseguridad alimentaria y están en el límite de la pobreza extrema” (BBC-Mundo 17-03-21). No se trata con este señalamiento de relativizar los graves problemas a los que se enfrenta el pueblo cubano y la necesidad ético-política de darles expresión y solución, se trata de llamar la atención sobre la selectividad política, más que humanitaria, en lo que la opinión publicada global considera importante y en lo que se le antoja tolerable o intolerable.

Para quienes os interese ir más allá de los twits y para ayudar a poner un poco de luz entre tanto ruido, queremos traeros aquí una pequeña muestra -que no intenta ser exhaustiva- de los interesantes debates que se están dando ahora mismo en la isla, por gente que hace colas y afronta su compromiso social al mismo tiempo, que sufre y trabaja en esa compleja situación, algunas voces que desde dentro de la isla hacen sus análisis y manifiestan públicamente sus opiniones. Son análisis que se ubican desde la defensa y profundización de los logros de la Revolución, en la defensa de la soberanía y la denuncia del bloqueo estadounidense -acentuado por Trump e intocado por Biden- y que tratan al mismo tiempo de mirar de frente a esa complejidad y contradicciones que el pueblo cubano está enfrentando, que debaten sobre el sentido y el alcance de las reformas necesarias, desde una perspectiva de empoderamiento social.

Esperamos que sean de vuestro interés.



11-J en Cuba: sobre lo bueno y lo justo, Ailynn Torres Santana

Las crisis verifican quiebres, y los quiebres, pérdidas. Pero las pérdidas pueden tener también un efecto transformador y producir una reflexión sobre el sentido de la comunidad política, sobre los lazos y no solo sobre la fractura, sobre la conciencia de que Cuba es solo hasta cierto punto mía, nuestra, porque también es de otros, de otras.

El 11 de julio (11-J) del 2021 iniciaron en Cuba protestas sociales. Se desplegaron de forma encadenada desde San Antonio de los Baños (provincia de Artemisa) y Palma Soriano (provincia de Santiago de Cuba) hacia otros lugares del país. Trazas digitales muestran que las redes sociales tuvieron un papel principal, aunque no exclusivo en ese proceso; ejercieron una suerte de efecto de contagio de un territorio a otro o fueron directamente vía de convocatoria. Por lo mismo, lo sucedido se conoció rápidamente fuera de Cuba a través de “directas” en redes y la viralización de contenidos en perfiles personales y de medios de prensa extranjeros no oficiales.

En las redes circuló y circula una inmanejable cantidad de información que rápidamente se volvió una madeja difícil de procesar. Empezaron también a producirse fakenews con trozos de verdades y mentiras. La lógica espectacular y enfrentamiento a las fakenews fue el precio a pagar por acceder a la información vía el periodismo ciudadano. Mientras, los medios oficiales reportaban en exclusiva la línea de discurso gubernamental.

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Unas palabras sobre la Cuba de los humildes, Wilder Pérez Baraona

Como estudioso de la sociedad, el mayor compromiso es analizarla e intentar comprenderla. Uno espera que esa comprensión, ese compromiso con lo verdadero, pueda resultar en beneficio de esa sociedad de la que es parte. No se trata de neutralidad axiológica o política. La verdad de una situación supone una toma de partido. Consecuente.

Como comunista, ese compromiso se ancla en el proyecto de una sociedad regido por premisas de igualdad, justicia social y soberanía nacional. Como recuerda aquel discurso en bronce tallado de 23 y 12: los humildes hicieron su propia revolución para sí mismos.

La soberanía es, ante todo, soberanía de la nación, del pueblo como soberano. Por avatares ideológicos, el discurso político y el sentido común de cubanas y cubanos han delegado esa soberanía en el Estado. La soberanía es identificada al Estado soberano, a la independencia política del Estado nacional, a su autodeterminación respecto a la injerencia extranjera. Sobre todo, de los Estado Unidos.

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Crónica urgente desde Cuba, Joel Suárez Rodes

Cuba me preocupa y ocupa SIEMPRE. Izet, el resto de la Coordinación Colegiada y algunos de ustedes, que aún en el aislamiento requerido, les ha tocado estar cerca, son testigos del agotamiento de estos meses y ahora, en estos últimos días para responder a la situación que vivimos. No sólo en lo ya público. También cómo ayudar a canalizar solidaridad externa.

Muchos de los que inicialmente salieron a la calle en pueblos no son el enemigo. Pero la campaña brutal no deja lugar ni a un ápice de compasión por los esfuerzos del país, del gobierno, de los miles que llevamos en diferentes trincheras enfrentando la COVID, no sólo, pero sobre todo el personal de la salud.

Hay causas acumuladas y recientes, sus análisis nutren posicionamientos y reflexiones que nos hemos empeñado también en colocar y llamar la atención sobre ellos a las más altas autoridades.

Ahora pesa el colapso por el rebrote y cepas más agresivas del virus, negligencias o insensibilidades, desamor de indolentes, irresponsabilidad ciudadana, fatiga pandémica, escasez de alimentos y medicamentos, la asfixia del bloqueo, un país sin apenas ingresos frente a las altas erogaciones que la situación de la pandemia exige, y medidas y transformaciones económicas que se reconocieron necesarias, pero que se implementaron en circunstancias muy adversas.

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El discernimiento como política, Ariel Dacal Díaz

Cuba vive un pico en su crisis estructural. Asistimos a la crónica de un estallido anunciado. Se veía venir, era cosa de cualquier momento. La fatiga cotidiana por la pandemia, las carencias y la incertidumbre; los ajustes políticos postergados que no permiten canalizar demandas y soluciones; la criminalización al pensamiento divergente organizado; así como las malas intenciones programadas desde fuera, con más bloqueo e incitación a la violencia, hicieron detonar la caldera social.

Cuba mostró diversidad de demandas cotidianas y pluralidad política de una manera polarizada, confusa, con sentimientos encontrados. Mostró las tensiones que genera el diálogo estrecho entre la sociedad y el Estado. Mostró el extremo posible de una política imperial inhumana, asfixiante y persistente. Mostró la perversidad de la comunidad de odio enquistada entre cubanos y cubanas fuera de la Isla.

Ahora es necesario restablecer el orden público, pero no es suficiente. Debemos mirar más profundo, hacia el proyecto revolucionario de nación. Se requiere comprender la actual situación, hacerlo entre todas y todos, con las emociones en reposo; con comunicación, no con comunicados, con comprensión, más que con juicios, con más puentes que barricadas, con más entendimiento que represión. Hacerlo implica tomar decisiones colectivas, ajustar las perspectivas políticas, nombrar y articular las diferencias, más que sobrevalorar los antagonismos.

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Tendremos que volver al futuro, Editorial de La Tizza

Suenan otra vez las campanas por “el fin” del socialismo en Cuba. Salivaron seguro algunas bocas desde los balcones del imperio — y más allá o acá del mar que separa esta isla del resto del mundo — , y también desde algunas alcantarillas. Los que siguen leyendo a Cuba como si el Caribe fuera el Báltico comparten jubilosos en sus redes imágenes de Berlín o de Praga, en aquellos días de hundimiento. No saben que la Revolución cubana no se puede “desmerengar”, porque nunca ha sido de merengue. No porque no haya sido dulce, sino porque ha tenido también sus tragos amargos, que hasta ahora hemos sabido convertir en fuerza.

Los que salieron a protestar contra el Estado y el socialismo en Cuba eran pueblo. Podemos asegurar incluso que muchos pertenecen a esa parte del pueblo que más ha sufrido los efectos de la crisis que la pandemia, el bloqueo, las nuevas sanciones norteamericanas y la gestión desesperada e insuficiente de lo que podemos conseguir, en medio de tanta escasez y problemas acumulados, han provocado. Son también esa parte del pueblo que ha sido más desfavorecida con el inevitable aumento de la desigualdad social con que el avance de reformas de mercado ha lacerado y segmentado nuestra sociedad. Nos atrevemos a asegurar, incluso, que estas desigualdades múltiples, a veces invisibilizadas, pero siempre sentidas y tan lesivas a la justicia social, han producido una desconexión. Una desconexión entre aquellos que gritaban “Patria y Vida” en las calles, y el proyecto revolucionario. Y esa desconexión, que siempre deja como saldo cierto sentimiento de abandono, de orfandad política y económica, tarde o temprano se ha convertido en rencor y hasta en odio.

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Días y marchas después, SEMlac Cuba

A una semana de ocurridas protestas inéditas en varias ciudades del país, muchas miradas en Cuba se concentran en las experiencias, aprendizajes y posibles rutas a partir de los sucesos. Con una amplia difusión por las redes sociales, la salida de la gente a la calle había comenzado poco antes del mediodía del domingo 11 de julio en el poblado de San Antonio de los Baños, provincia de Artemisa, al suroeste de La Habana. Luego se extendieron a otros poblados y ciudades del país.

La joven periodista Liz Oliva presenció algunas de las manifestaciones en Centro Habana, céntrico municipio de la capital. De regreso de casa de sus padres, en la barriada de Managua, se encontró con grupos en las calles. “Recuerdo que la primera sensación que tuve fue como cuando se te aprieta el pecho, que no sabes qué hacer y tienes ganas de llorar. …

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